domingo, 20 de julio de 2014

Omar Valiño, sobre el libro Ser, parecer, tener

PALABRAS EN VOZ ALTA SOBRE UN LIBRO DE UBIETA
Omar Valiño 
Quiero no olvidar, ante todo, a los que hicieron el libro Ser, parecer, tener, porque es justo. Me parece hermoso que la Casa Editora Abril tenga entre sus autores a Enrique Ubieta y que Ubieta tenga una editorial. No es cosa tan frecuente entre nosotros, tal vez por esas contradicciones y esos no lugares entre lo individual y lo colectivo tan frecuentes en nuestra sociedad. Se tiende a no mirar ese puente esencial: que una casa editorial tenga autores y que los autores tengan una casa editorial. Congratulo a ambas partes por este puente, esta vez existente, y a la Editora Abril porque mantiene a Ubieta entre sus autores.
También a quienes, en definitiva, participaron en la elaboración del libro. Porque Ser, parecer, tener, como objeto no solo es hermoso. Suma, en efecto, las aportaciones de Ares (Arístides Hernández), de sus obras, de sus caricaturas, excelentes propuestas plásticas que, a lo largo del discurso, establecen un diálogo con todo lo que el autor viene discutiendo. Pero, sobre todo, el libro logra algo fuera de lo común: parecerse a la Red; algo en el diseño, en la maquetación recuerda a un blog.
Esa coordenada, de diseño si se quiere, nos advierte sobre un título nacido de estos años. Más que un periodista, especificaría a Ubieta como un polemista dentro de las madejas de la Red y ello lo trasunta también, el libro que recoge el material de su bitácora personal La Isla Desconocida. Así, pudo haberse elegido una opción simplemente cronológica para ubicar en papel un post detrás de otro, sin embargo, se estructura en cuatro bloques que afinan el sentido, ubican temas, asuntos y organizan muy bien el contenido.
Podríamos definir Ser, parecer, tener como un libro en la frontera. Ese límite donde se produce el combate ideológico en el ciberespacio. La primera frontera hoy, sin dudas, es la del espacio virtual. Y desde ningún otro lado se nos ataca tanto. Nunca quizá se nos atacó tanto, correlativamente, como en la actualidad desde ese infinito espacio virtual. Quienes padecemos del vicio en torno al universo noticioso y de las interacciones que cualquier nueva noticia provoca, en particular de aquellas que, en la mencionada frontera, continuamente nos analiza al dedillo y nos trata de desvalorizar en todos los segmentos, comprendemos la importancia de La Isla Desconocida o de La Pupila Insomne. Si cualquier hecho o persona, suceso o proyecto, pasado o por venir, es más atacado que analizado, de modo absoluto, creo que un blog como el de Ubieta es una trinchera necesaria en ese proceso de interacción.
Aunque recoge el material de un período señalado —lo que va del siglo y en particular los últimos años hasta hoy—, y los post pueden ser puntuales, lo hace con perdurabilidad. No es un libro para darse lujos. No se trata, por mero placer, de aunar en un tomo, de casi 500 páginas, todo lo que se escribió. Posee la resistencia de interesarnos hoy. Desde máximas alusiones y mínimos detalles, entra, con la manga al codo, en la polémica ideológica abierta entre nosotros. Si bien, por las características de un libro, es cerrado en sí mismo, se abre a una posibilidad interactiva. Por el propio espíritu de debate del origen de sus textos y por una de las virtudes fundamentales de la escritura de Ubieta: su condición dialogante. Polemizando directamente y a veces no tan directamente, sobre afirmaciones contrarias, queda abierta la posibilidad de un diálogo.
Ser, parecer, tener es firme, es un libro clarísimo. No se esconde de algo, batalla contra desvalorizaciones universales y también entre nosotros, mucha gente teme hoy citar a algún autor o figura, mencionar a ciertas personalidades  históricas y su pensamiento, en una especie de vergonzante repliegue ideológico. Esa pelea es una de las columnas vertebrales que une los textos de este libro tan diverso. Entre esos textos, lógicamente muy cortos en su mayoría, me gusta mucho encontrar aquellos que son el resultado de pequeños estímulos que el autor ha encontrado en la calle, en cualquier circunstancia cotidiana, en cualquier hecho o acción que, ante el deterioro de valores de la sociedad cubana, pudiera parecer insólito. En esos post en particular, encuentro una condición ética que se revela estéticamente en la escritura, en compartir esos pequeños sucesos y destinos de su gente, de sus individuos, de su pueblo, de su Revolución.
Ser, parecer, tener tiene, por esos intereses arriba señalados, una importancia mayor con respecto a nuestros combates internos. Porque, sin dejar de ser transparente y siempre con argumentos, Ubieta le da voz al otro, sea o no adversario. Es un mérito de su blog y de este libro al recogerlo. Aparece lo dicho por el otro o las coordenadas de los sucesos referidos. No se confía a la oposición de ideas mediante una sarta de epítetos y adjetivos. Lamento que este tipo de discurso de La Isla Desconocida no esté más al alcance cotidiano a través de nuestra prensa. Me refiero aquí a la prensa plana. Si sabemos que nuestro alfiletero habitual es la televisión, no hablo ahora de los medios audiovisuales, porque sigo creyendo que este tipo de combate de ideas tiene a la página escrita como soporte ideal, aunque a lo mejor es solo una vejez mía.
La prensa, y probablemente no estaremos de acuerdo, en los últimos meses, está haciendo un esfuerzo por ponerse al día, por parecerse a las discusiones que nos atraviesan. Se acerca a veces, otras se equivoca, pero veo el intento en la prensa nacional y, muchas veces mejor, en los periódicos provinciales. Sin embargo, ese esfuerzo se concentra, no sin razón, en las problemáticas económicas, en nuestras dificultades objetivas, en nuestra mala o pésima cultura del trabajo en tantas partes. Los aportes de La Isla Desconocida no van exactamente por ese lado, se refieren más a las contiendas ideológicas y eso lo veo menos en la prensa plana del país. Esa posibilidad de discutir con las afirmaciones del otro, que Ubieta cultiva, sería una ganancia para el lector de Granma o Juventud Rebelde. A propósito, hay un momento delicioso cuando el autor viaja a España hace pocos años y lo “acusan” de publicar en Granma, como si publicar en Granma fuese en sí ilegítimo o maléfico, mientras que, por el contrario, publicar en El País o en El Nuevo Herald, es simplemente publicar. Ese tipo de distinciones, a veces no tan sencillas, las examina y esclarece con brillantez Ubieta.
Tampoco quiero olvidar la presencia de Cintio Vitier a lo largo de todo el libro ni la forma de pensamiento que, en particular, a nuestra generación, le enseñó Fidel. Por ejemplo, el análisis argumentado de una situación internacional que, de algún modo, se expresa en una circunstancia nacional y que atañe, a veces, a la economía, a la historia, y entra a la discusión ideológica.
La formación filosófica de Ubieta sale a cada paso. Eso le da mucha solidez a su razonamiento, y es algo que está en falta entre nosotros o en todas partes. No se encuentra específicamente en alguna cita, en un alarde de sabiduría. Se trata de un tejido profundo del discurso, esté hablando de lo que esté hablando. Ello le aporta fijeza a la hora de contradecir, analizar, oponer, porque sabe de dónde vienen las cosas, los términos, los procesos históricos. Esto me parece absolutamente fundamental, así como la escritura misma del libro, que alcanza profundidad y belleza y una eficacia comunicativa de extrema claridad.
Por último, y sin tomarlo en el más mínimo sentido negativo, es un libro que habla mucho de Enrique Ubieta. No porque sea ese tipo de autor que se pavonea ante los demás, sino porque es una persona que ha sabido ser extraordinariamente coherente, valiente, inteligente, para sostener este tipo de interacción culta con la sociedad cubana sin desteñirse. Leerlo me retrotrajo al momento en que él y yo nos conocimos, hace ya 20 años, en la redacción de la revista Casa de las Américas, justamente a propósito de una polémica, cuyos reflejos llegan todavía a este libro, aquella producida en Cuba entre un texto de Rafael Rojas y las respuestas de Cintio Vitier y él mismo. Eran los años más duros del Período Especial, en que asocio a Ubieta con sus Ensayos de identidad. Pasado el tiempo, creo que todos sus títulos pueden leerse como prueba de una coherencia extrema, amén de la transformación de cualquier circunstancia. Si no conocemos al autor, a la persona, lo descubriremos leyéndolo, con mucho placer, como parte de las capacidades que tenemos entre nosotros. Como señalaría, en una suerte de imperativo moral, mi amigo Ramón Rodríguez: “tengo que decirlo”. Tengo que resaltar esa coherencia, tengo que destacar su importante trinchera.
Ser, parecer, tener. Debates en y por la Isla Desconocida, me parece, sobre todo, un libro necesario. Necesario al deseo de que estas páginas alcancen en nuestro país mayor difusión en medio del combate ideológico actual que tiene por centro a la cultura. Porque solo la cultura, y dentro de ella las artes, solo una formación cultural profunda, es lo que le permite a un individuo diferenciar entre ser y tener. Y hasta comprender. Ahí está el punctum de este libro, si me guío por Barthes: solo la cultura hace posible la plenitud humana.

Así presenté, de manera improvisada, Ser, parecer, tener. Debates en y por la Isla Desconocida, de Enrique Ubieta, el miércoles 9 de julio de 2014 en la Casa del ALBA, de La Habana, junto al poeta Alpidio Alonso y al historiador Pedro Pablo Rodríguez. Espero, en mi caso, sepan disculpar los tonos y giros conversacionales resultantes de un ejercicio de tal naturaleza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario