martes, 23 de septiembre de 2014

A propósito de Cuba y la colaboración internacional (II)

 Guatemala, 1999, médicos cubanos. Foto de Enrique Ubieta Gómez
José Luis Rodríguez
La iniciativa venezolana de considerar como bienes transables los que se incluyen en la colaboración cubana, no solamente representó una notable muestra de solidaridad con los esfuerzos que venía realizando el gobierno cubano en la ayuda a otros pueblos, sino que permitió que la Isla comenzara a percibir ingresos que llevaron el saldo de la balanza comercial total de déficit a superávit a partir de ese momento, lo que posibilitó hacer sostenible y ampliar esa política.
Otras naciones como Ecuador y Sudáfrica también procederían a compensar los servicios médicos brindados por Cuba en base a sus posibilidades económicas.
El caso más reciente que asumió esa modalidad ha sido Brasil, donde el gobierno de Dilma Rouseff decidió emprender hace un año atrás la operación “Más médicos”, con vistas a expandir los servicios a las regiones más desfavorecidas en el norte y el nordeste de ese territorio, tomando en cuenta que la densidad de médicos por habitante era de solo 1,8 por 1000.
Para esta operación se requerían 15 460 profesionales de la salud, de los cuales se contrataron originalmente 3 891 facultativos brasileños, los que finalmente se redujeron a 938, evidenciando la necesidad de acudir a otros en el extranjero, fundamentalmente de Uruguay, Argentina, España, Portugal y Cuba. 
Hasta el presente, Cuba ha aportado 11 456 médicos a esta operación a través de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), los cuales cubren con sus servicios más de dos mil pueblos en 26 estados brasileños, brindando así una asistencia que abarca el 74,1% de la demanda planteada.
Al igual que ha ocurrido con la presencia de médicos cubanos en Venezuela y otros países latinoamericanos, también ahora se ha desatado una intensa campaña mediática contra los especialistas cubanos, a los que se acusa de desplazar a sus homólogos en esos países. Se trata así de esconder otras realidades, no por ocultas menos objetivas y en muchos casos dolorosas también.
En primer lugar, los cubanos acuden allí donde no hay servicios médicos. En países muy pobres la ausencia del personal de salud es casi absoluta, pero donde existe –como es el caso de Venezuela o Brasil– muchos médicos no se contratan para trabajar en los servicios públicos y mucho menos acuden a las regiones donde más se les necesita. Desafortunadamente, más allá de recibir un ingreso acorde con su aporte social, la lógica de la competencia en una economía de mercado impulsa a ir allí donde más se gana y no donde más lo requiere la sociedad.
En segundo término, si los gobiernos de las naciones que contratan médicos de otros orígenes se decidieran a captar personal compitiendo con el muy rentable sector privado de la medicina, tendrían que enfrentar erogaciones insostenibles para el presupuesto público. Baste recordar que, según estudios realizados en América Latina, el gasto de un paciente atendido en Brasil por la medicina privada, basada en el sistema del seguro médico, equivale como promedio a 606 dólares por año, mientras que en Venezuela una consulta básica de medicina puede llegar a costar el equivalente a 127 dólares.
Desde luego que no son estas las bases de cálculo de los programas de colaboración cubanos, que no se rigen por la cotización del mercado internacional para estos servicios, ni por los costos de la formación del personal de alta calificación.
Lo que se pretende ocultar es que si hoy Cuba recibe ingresos que alcanzan miles de millones de dólares no es por las tarifas que impone, sino por la presencia de 64 362 especialistas en 191 países, muchos de ellos sin costo alguno.
En tercer lugar, la colaboración cubana con otros pueblos no es el resultado de esfuerzos individuales, sino que debe entenderse como una política defendida por el Estado cubano durante más de 50 años, y que se apoya en el uso de los recursos que ingresan al país no únicamente para el disfrute personal de los que crean la riqueza, sino en las necesidades de toda la sociedad.
Esto no excluye que en la medida en que la sociedad cubana pueda reconocer mejor el esfuerzo de sus trabajadores no incremente los ingresos personales de estos. El aumento salarial recién aprobado el presente año para el personal médico, unido a una mayor participación en los ingresos en las divisas que generan mientras permanecen en el exterior, ofrece un evidente testimonio de esa política.
Cuba ha desarrollado una colaboración con otros pueblos basada en brindar servicios de alta calidad y bajo costo, compensando parte de los gastos en la misma medida en que los ingresos no entren en conflicto con los principios de la más profunda solidaridad.
La motivación esencial que ha llevado a miles de nuestros médicos y maestros a trabajar voluntariamente alejados de su familia y en muy difíciles condiciones, salvando vidas o enseñando a miles de kilómetros de su patria, es la convicción de que nada hay más importante que la vida y la dignidad del ser humano. El valor de esos principios no tiene una expresión monetaria.

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